España está en consonancia con el resto de Europa en cuanto a la incorporación de los ismos
a nuestras letras, siendo el pionero e impulsor Ramón Gómez de la
Serna. Según han reconocido diferentes investigadores, por primera vez
desde el siglo XVIII, España se abrió a los cuatro vientos y participó
con voz propia e inconfundible en las corrientes intelectuales europeas
del momento.
En el ambiente literario de la época, proliferan las
tertulias y revistas donde el vanguardismo halla acogida o comentario en
nuestro país. Entre las tertulias son famosas las del Café de Pombo , presidida por Gómez de la Serna, o la del Café Colonial , en torno a Cansino-Assens. De las muchas revistas que surgieron, en general efímeras, destacan dos: la Revista de Occidente (fundada por Ortega y Gasset en 1923) y La Gaceta Literaria (fundada, en 1927, por Giménez Caballero y Guillermo de Torre).
Las primeras vanguardias llegaron a España a la par
que el Armisticio, hacia 1918, siendo Guillermo de Torre el que afianzó
aquí el término con su libro Literaturas europeas de vanguardia (1925),
por parecerle la denominación más adecuada para expresar su espíritu
innovador y por ser la que ofrecía unas connotaciones más belicosas con
respecto al arte anterior. La palabra “Vanguardias” alternó también con
"Ismos", que Ramón Gómez de la Serna ya había utilizado anteriormente y
que después llevaría a su libro homónimo de 1931, lo mismo que haría
Juan Eduardo Cirlot en su obra Diccionario de los Ismos. Otro
apelativo generalizado entonces fue el de "Arte nuevo", usado por Rafael
Cansinos-Assens y por Antonio Espina, este último con ironía ("esto del
Arte nuevo es viejo"), para agrupar a futurismo, creacionismo,
expresionismo y ultraísmo. En una línea parecida, Ortega y Gasset, nunca
al margen de estas cuestiones, manejaba el concepto de "arte joven",
con el que también resaltaba la idea de algo nuevo que se estaba
fraguando a la par que el siglo.
Existen, en líneas generales, cuatro etapas en el desarrollo del vanguardismo español:
1.- 1908-1918: Primeras
manifestaciones de las vanguardias. Destaca la figura de Ramón Gómez de
la Serna, quien, en 1909, publica su ensayo-manifiesto El concepto de la nueva literatura .
2.- 1918-1925: Periodo de plenitud
de la vanguardia. Nace el ultraísmo, con figuras como Cansinos-Assens o
Guillermo de Torre, y el creacionismo, con Huidobro y Gerardo Diego.
3.- 1925-1930: La gran tendencia
artística es el surrealismo, que supone una vuelta a las preocupaciones
humanas y, por tanto, el principio del fin de la vanguardia.
4.- 1930-1936: Los movimientos de
vanguardia van desapareciendo, ante el peso de las urgencias históricas y
sociales. La literatura se politiza, se llena de contenidos sociales,
de denuncia, y eso no tiene cabida en la vanguardia. El arte ya no se
quiere minoritario sino dirigido a la “inmensa mayoría” y con un claro
espíritu utilitario.
Aparece en España en la década de los veinte y es un
reflejo en nuestro país del futurismo y del dadaísmo, pero también de la
labor vanguardista de Ramón Gómez de la Serna. Sus rasgos
característicos son:
• Integración de diferentes artes.
• Sustitución de los signos de puntuación por signos matemáticos.
• Exaltación de las máquinas y del mundo moderno.
• Ruptura de la disposición tipográfica tradicional.
• Renovación de la metáfora (El poema debe ser una
sucesión de metáforas, se debe eliminar de la metáfora todo lo
sentimental o anecdótico y la metáfora debe relacionar elementos nunca
conectados en la realidad).
El movimiento ultraísta ha dejado una producción
literaria, aunque escasa, de considerable valor, en varias obras de sus
principales creadores: Helices (1923), de G. de Torre; El ala del sur (1926), de P. Garfias; Espejos (1921), de J. Chabás; Poemas póstumos (1924), de J. de Ciria y Escalante, etc.
Este movimiento se inició en París a cargo del poeta
chileno Vicente Huidobro y el francés Pierre Reverdy y, en 1918,
Huidobro lo dio a conocer en España. Su principal divisa es “hacer un
arte que no imite ni traduzca la realidad” (Huidobro), “crear lo que
nunca veremos” (G. Diego), es decir, romper con la realidad visible para
crear una nueva realidad que tenga sentido por sí misma. Pueden
destacarse los siguientes recursos en este movimiento:
• Total libertad en la elaboración de imágenes.
• Desconexión de los referentes racionales.
• Supresión de puntuación, escritura ideográfica, distintos tipos de letra en un poema.
• Presencia de motivos modernos como el maquinismo y la velocidad.
Obras destacadas dentro del creacionismo son Altazor , de V. Huidobro, Versión celeste , de Juan Larrea e Imagen y Manual de espumas , de G. Diego.
España es posiblemente el país europeo en que la
repercusión del surrealismo fue mayor. El movimiento fue conocido
tempranamente en nuestro país, al publicar en 1925 la Revista de Occidente
la traducción del Manifiesto Surrealista que André Breton había dado a
conocer en Francia un año antes. A ello hay que añadir las visitas de
Breton a Barcelona en 1922 y de Louis Aragon a la Residencia de
Estudiantes de Madrid en 1925 (donde vivían Lorca, Buñuel, Dalí, etc.).
La difusión del surrealismo en España se debe en
buena medida al poeta Juan Larrea, a quien puede atribuirse, Según
Cernuda, la orientación surrealista de varios poetas del 27. También es
fundamental la influencia de Dalí y de Buñuel.
De la producción poética de los autores del 27 en la órbita de este movimiento, deben destacarse Sobre los ángeles, de Alberti, y Poeta en Nueva York , de Lorca, así como buena parte de la obra de V. Aleixandre y L. Cernuda.
Se ha constatado, sin embargo, que, en general, el
surrealismo español no es “ortodoxo”, ya que nuestros poetas no llegaron
al extremo de la pura creación inconsciente ni practicaron la
“escritura automática”. Siempre puede percibirse en sus poemas una intencionada idea creadora como hilo conductor de las mayores audacias . Lo que sí se produce es una liberación de la imagen , desatada de bases lógicas, y con ello un enriquecimiento prodigioso del lenguaje poético.
Se le considera la gran figura de la vanguardia en
España. Nació en Madrid, hijo de un ilustre jurista, y estudió Derecho,
pero desde muy temprano se sintió atraído por el periodismo. Siempre se
manifestó como un iconoclasta con respecto a las artes y tendencias
culturales al uso y se mostró como un vanguardista de las vanguardias.
Su obra se caracteriza por su arrolladora personalidad, hasta tal punto
que creó un estilo conocido como el ramonismo , sinónimo de
independencia, esteticismo y provocación. Es autor de más de cien libros
de diferentes géneros, como novela, ensayo, cuento, teatro o artículo
periodístico -del que fue maestro-. Practicó el madrileñismo ,
una ligazón especial con esta ciudad de la que le atraía su vida
cultural y bohemia y que definió como "Madrid es no tener nada y tenerlo
todo".
MARINA CASADO VALLEJO Y CRISTINA CÁMARA GARCÍA